San Diego de Alcalá

Sede: Santa e Insigne Iglesia Catedral Magistral de los Santos Niños Justo y Pastor

Procesiona: El día del Corpus (60 días después del domingo de Resurrección), aunque su festividad se celebra el 13 de noviembre.

Imagen: Existen numerosas imágenes en la ciudad del Santo pero nos centraremos en la que ocupa su capilla en la Catedral y procesiona el día del Corpus. Se trata de una talla moderna, de mediano tamaño y estofada en oro, que representa al santo en su iconografía habitual, joven e imberbe, viste el hábito franciscano de los legos: simple túnica, escapulario y cordón. Abraza una enorme cruz de madera en recuerdo de su austera vida penitencial.

Forma de portar el paso: Anderos

Acompañamiento musical: Agrupación Musical

Exorno floral: Variado según los años

HISTORIA

Aunque nunca ha sido patrono de la ciudad siempre ha sido un santo muy venerado en la ciudad de Alcalá de Henares, donde vivió y murió y donde se conserva su cuerpo momificado.

Antaño hubo dos hermandades que le dieron culto: una de nobles y otra de hortelanos. La primera fué fundada por nobles poro mandato de Felipe IV, y de ella fué prioste el Rey Carlos II, y en la lista de sus cofrades figuraba la Reina Doña Mariana de Austria y los altos señores del Real Consejo de Castilla. La segunda, la de los hortelanos, sobrevivió hasta 1931. En 2017 la Cofradía del Resucitado lo ha incluido como titular y se han propuesto rendirle culto.

San Diego nació en San Nicolás del Puerto (Sevilla), el año 1400, en el seno de una familia humilde. Desde muy joven, llevó vida eremítica y penitencial junto a la iglesia de su pueblo natal, combinando la oración con la labranza de un huerto y la confección de pequeños utensilios de uso doméstico. De ese modo se ganaba la vida y podía ayudar a los pobres. Bajo la dirección de un viejo ermitaño, hizo progresos en la vida ascética, adquiriendo fama de santidad en toda la comarca.

Tenía 30 años cuando, habiendo oído hablar de la pobreza y austeridad en que vivían los franciscanos de la observancia, ingresó en el convento de la Arrizafa, en la sierra de Córdoba. Siendo analfabeto, profesó como hermano lego y desempeñó oficios humildes, como el de portero y hortelano, en varios lugares de la custodia de Sierra Morena.

En 1441 fue destinado a Canarias, y cinco años después aceptó el cargo de guardián del convento de Fuerteventura. Allí se dedicó a evangelizar a los nativos, defendiéndolos de la rapacidad de los conquistadores españoles. Esto le supuso no pocos inconvenientes, de modo que se vio obligado a regresar a la Península en 1449.

En 1450 viajó a Roma con fray Alfonso de Castro, paga ganar el jubileo y asistir a la canonización de san Bernardino de Siena. Debido a la falta de condiciones higiénicas y a la escasez de recursos, una mortífera epidemia de peste azotó la ciudad ese año, y postró en cama a la mayoría de los frailes del convento de Araceli, donde ambos se hospedaban. Heroico fue el comportamiento de Diego, que se desvivió en cuidados con ellos y con los pobres y enfermos de la ciudad, procurándoles alimentos y aliviando el sufrimiento de muchos al contacto de sus manos untadas de aceite de la lámpara de la Virgen.

De vuelta en España vivió en las casas observantes de Sevilla y la Salceda, antes de llegar a su destino final, el convento de Santa María de Jesús, de Alcalá de Henares. Dicho convento lo acaba de fundar don Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, quien quiso poblarlo de religiosos que destacaran en santidad y sabiduría, con la finalidad de corregir los errores y costumbres no cristianas introducidas entre los fieles por el trato con los judíos. Fray Diego ejerció primero el oficio de hortelano, en un recinto conocido luego como "huerto de san Diego", hasta que, en razón de su edad, y por parecerles más útil para la edificación del pueblo, los superiores lo colocaron de portero en el convento. Fue aquí donde mejor se manifestaron sus dotes de paciencia, afabilidad, prudencia y caridad, que practicó con todos los bienhechores y necesitados que acudían a la portería. Se cuenta que el guardián de la casa, después de recibir quejas de un religioso acerca de la generosidad de Diego, lo sorprendió con un gran bulto en la falda del hábito, y al interesarse por su contenido, en vez de panes sólo pudo ver flores. Esta escena es la que más se repite en su iconografía. Su espíritu de oración y la sabiduría que el Espíritu infundió en él atraía a los cultos y letrados de la universidad complutense. Su devoción se movía entre dos polos: la Virgen María y Cristo eucaristía.

Fray Diego murió en Alcalá el 12 de noviembre de 1463, abrazando un crucifijo y recitando: "Dulce leño, dulces clavos..." Tenía 63 años. La gran fama de su santidad, y los muchos milagros atribuidos a él antes y después de su muerte, hicieron que la apertura del proceso de canonización no se hiciera esperar. El mayor impulso lo dio el rey Felipe II, en agradecimiento por la curación de su hijo Don Carlos. La protección de San Diego sobre la salud de los reyes españoles se mantuvo hasta época reciente. Fue canonizado por el papa Sixto V, el 2 de julio de 1588.

Después de muchos avatares, sus reliquias se veneran hoy en la Catedral de Alcalá de Henares, en un arca de madera, revestida de plata sobredorada y labrada por Rafael González en 1658 y regalo de la Casa de Austria, cuyo escudo lleva la cabecera, figurando a los pies el de la orden franciscana. Cada 13 de noviembre se celebra el aniversario de su fallecimiento con Solemnes Cultos. Durante todo el día son muchos los devotos que pasan ante su cuerpo momificado, ya que este es el único día al año que se abre el arca plateada donde se guarda.